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Patricio Ajila R. @ecuapato

Turismo y territorio. Caín y Abel en tiempos de Buen Vivir.


Vista panoramica de la Ciudad de Piñas

Hace unas pocas horas tan solo, he regresado de unas cortas vacaciones con mi familia, no escogimos destinos de pompa y lustre(productos turísticos ya posicionados), sino, una apuesta por el descubrimiento y algo de historia. De una manera intencionada sugerí la Provincia de El Oro (Sur del Ecuador), básicamente a razón de que es mi lugar de origen y al cual le tengo mucha fe. En principio nuestra parada fue Piñas (alrededor de 25.000 habitantes), ciudad de gran riqueza paisajística y paisanaje , según mi criterio. Hace unos años habíamos estado en “la Cruz”, lugar ubicado en uno de los cerros más altos de la ciudad, privilegiado para observar la ciudad y disfrutar aun más de la pureza del aire, y de un recorrido religioso a través de las estaciones, en remembranza de escrituras bíblicas. Hay que indicar que existe un camino habilitado para vehículos, sino se quiere emprender la aventura en plan de penitencia.

 
Virgen de la Merced, Piñas

Esta ocasión optamos por ir a otro mirador, que según la gente del sector y los transportistas , recientemente se había reformado y potenciado, se trataba del monumento a la Virgen de la Merced, la Patrona de la ciudad. De a poco, las calles empinadas y una banda de pueblo que hacía su práctica en el medio de la calle, daban paso a una de las zonas habitadas más altas de la ciudad, a diferencia del sector la Cruz, el que, se encuentra rodeado de naturaleza casi por entero. Una señalética inexistente para advertir el destino al que nos dirigíamos, y tan solo la buena voluntad y el entusiasmo del transportista, daban la pauta de lo que se venía.

Al llegar, un corto espacio daba oportunidad para que el chofer nos despida y sea él quien nos encamine verbalmente, me quedaba la duda si había más de una ruta o si se podía consultar con alguien sobre la riqueza turística del sitio.

Ciertamente era un lugar maravilloso que permitía observar a la ciudad en su esplendor, aprovechando un día despejado y una temperatura primaveral. Casi que la visión nos permitía echar mano, incluso a otras ciudades vecinas. Impresionantes rocas parecían desprenderse de la montaña y amenazar con rodar de manera descontrolada, por su casi perfecta forma oval. Es un lugar bastante alejado de la ciudad, por lo que, es imprescindible contar con la información mínima sobre el lugar, sus prestaciones e incluso las precauciones a considerar, dado su ubicación al borde de un despeñadero... despeñadero al que era muy fácil de acceder, debido a la fragilidad de las barreras establecidas para el monumento. Incluso, de acuerdo a otros visitantes asiduos al monumento, era habitual escalar la roca gigante que se encontraba al pie, y tomarse fotografías desafiantes al vértigo, más, efectivamente a un costado de la roca era notorio la improvisación de un acceso hasta la parte alta de la misma.

 

Un espectáculo recomendado definitivamente, aunque hay que poner en balanza, la prioridad de darle al sitio su carácter turístico, y un acercamiento al aprovechamiento profesional del lugar. Un lugar turístico, no obtiene esa denominación tan solo por su belleza o el simple hecho de existir, hay que generar una experiencia y evitar la improvisación, a falta de conexión y dinámica del propio lugar y otros atractivos del territorio.

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